El movimiento de liberación estalló el 10 de octubre de
1868, al levantarse en armas el abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes,
uno de los principales conspiradores, quien en su ingenio La Demajagua proclamó
la independencia y dio la libertad a sus esclavos. El alzamiento, secundado
poco después por los conspiradores de Camagüey y Las Villas, logró afirmarse,
no obstante la despiadada reacción hispana.
Mientras los españoles de las
ciudades, agrupados en los cuerpos de voluntarios, sembraban el terror entre
las familias cubanas convirtiéndose en un influyente factor de las decisiones
políticas, el ejército colonial avanzaba sobre Bayamo -la capital
insurrecta-,que los cubanos tendrían que abandonar, no sin antes reducirla a
cenizas como expresión de su inclaudicable voluntad revolucionaria. En tan
difíciles condiciones, el movimiento independentista logró unificarse,
aprobando en Guáimaro la constitución que daba lugar a la República de Cuba en
Armas.
El ejército libertador cubano, tras meses de aprendizaje militar, alcanzó una
capacidad ofensiva que se pondría de manifiesto en la invasión de la rica
región de Guantánamo por el General
Máximo Gómez y las brillantes acciones libradas en las sabanas camagüeyanas
por la caballería al mando de Ignacio Agramonte. Pero este avance militar se
vio lastrado por las diferencias políticas en el campo revolucionario, las
cuales condujeron a la deposición de Céspedes de su cargo de Presidente de la
República (1873) e impidieron el tan necesario apoyo en armas y medios de los
patriotas emigrados.
En la década de 1880, la Isla pasaba por un
proceso de grandes cambios económicos y sociales. La esclavitud, muy
quebrantada ya por la Revolución de 1868, fue finalmente abolida por España
en 1886.
Ello estuvo acompañado por notables
transformaciones en la organización de la producción azucarera, la cual
alcanzaba definitivamente una etapa industrial. La dependencia comercial
cubana respecto a Estados Unidos se haría prácticamente absoluta, y los
capitales norteamericanos comenzaron a invertirse de manera creciente en
diversos sectores de la economía.
La burguesía insular, alejada de aspiraciones independentistas, había dado
lugar a dos formaciones políticas: el partido Liberal, más adelante
denominado Autonomista, que retomaba la vieja tendencia de conseguir reformas
del sistema colonial español hasta alcanzar fórmulas de autogobierno; y el
partido Unión Constitucional, expresión reaccionaria de los sectores
interesados en la plena integración de Cuba a España. El independentismo,
reafirmado en su base popular, sería alentado sobre todo desde la emigración.
Un primer estallido, la llamada "Guerra
Chiquita" (1879), llevó nuevamente a los cubanos al campo de batalla en
los territorios orientales y villareños, pero pudo ser sofocada después de
algunos meses por su escasa organización y débil coherencia
política.
A ella sucederían periódicos desembarcos, conspiraciones y
alzamientos, casi siempre encabezados por los jefes militares de la Guerra de
los Diez Años, los cuales fueron abortados o sofocados por las autoridades
españolas dada la incapacidad de articular las acciones con un movimiento de
masas amplio y unido. Esa sería la obra de José Martí.
Entregado desde su adolescencia al ideal independentista, Martí (La Habana,
1853) sufrió prisión y destierro durante la Guerra de los Diez Años. Sus
vínculos con movimientos conspirativos posteriores, le permitieron
comprender que la revolución cubana debía asentarse sobre nuevas bases
programáticas y organizativas, tarea a la cual se entregó por entero.
Dotado
de exquisita sensibilidad poética y brillantes facultades oratorias, Martí
poseía también un profundo pensamiento político, enriquecido por la
experiencia de sus años de vida en España, Estados Unidos y distintos
países latinoamericanos.
Su labor de esclarecimiento y unificación, centrada en los núcleos de
emigrados cubanos, principalmente en Estados Unidos, pero con amplia
repercusión en la Isla, cristalizó en 1892 con la constitución del Partido Revolucionario Cubano.
Concebido como la organización única de todos los independentistas
cubanos, el partido debía conseguir los medios materiales y humanos para la
nueva empresa emancipadora, e investir a los jefes militares de la
imprescindible autoridad política para desencadenar la "Guerra
Necesaria".
Esta estalló el 24 de febrero de
1895. Martí, que desembarcó en Cuba acompañado por Máximo Gómez,
Jefe del Ejército Libertador, caía poco después en la acción de Dos Ríos. Pese a esta pérdida irreparable, la
revolución se desarrolló en la provincia de Oriente, donde Maceo -llegado
en una expedición desde Costa Rica- había asumido el mando de las fuerzas mambisas, y se extendió poco después a Camagüey y Las
Villas. Reunidos en Jimaguayú, los delegados del Ejército Libertador
elaboraron la constitución que regiría los destinos de la República en
Armas. La asamblea eligió presidente al patricio camagüeyano Salvador Cisneros
Betancourt y designó General en Jefe y Lugarteniente General del Ejército
Libertador a Máximo Gómez y Antonio Maceo, respectivamente.
Con la llegada
de las fuerzas de Maceo a Mantua -la población más occidental de Cuba-, la
invasión cumplía exitosamente su objetivo: la guerra hacía sentir sus
devastadores efectos en toda la Isla, cuyos principales renglones
productivos experimentaron un brusco descenso. En esta ocasión, España no
podría extraer de Cuba los recursos necesarios para combatir su
independencia.
http://www.cubagob.cu/otras_info/historia/inicio.html
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